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Viajando del jamás al qué sé yo...

jueves, 17 de diciembre de 2009






















¿Además de una copita y varios cigarrillos, algún otro vicio orgánico logró subsistirle desde aquel infarto cerebral de 2001 y su posterior depresión?
–La nariz ahora sólo la uso para respirar. Mis amigos tienen órdenes estrictas de parte de la peruana que duerme conmigo para contestarme “no traje nada”. Ya son diez años alejados de la cosa. Estuve ocho meses sin fumar, pero en cuanto volví a escribir reincidí. En las últimas semanas ando abusando. Como estoy empezando la gira, me he convertido en una histérica, y las chicas histéricas fuman en exceso.

–¿Cuánto tuvo que ver ella, la peruana de 40 años que duerme con usted desde hace diez, en su recuperación?
–Mira, si la Jime no me hubiera quitado de la mano cosas que avanzaban derecho a atentar contra mi salud, si no hubiera tratado de saber adónde iba por las noches, a lo mejor ahora no estaríamos aquí hablando, chaval.

–¿Entonces lo ha curado, lo ha salvado, el amor?
–Ejé. A mí, que me atraen el malditismo y los poemas, las canciones y las películas escritos en el límite de la normalidad, me da pudor decirlo de una. No obstante, a pesar de las tormentas, los vendavales, los tifones y los tsunamis internos, debo reconocer que este tipo de mínimo orden doméstico me ha salvao la vida.

–¿Se siente más sensible, más llorón?
–Estoy para adentro. Puedo pasar diez, doce horas solo, lo que hace que uno sea su propio psiquiatra y escarbe a mayor profundidad que antes en ciertas cosas. Según entiendo, algo así le ocurrió, en otro orden más disparatado y genial, a Charly, que con su retiro ha tenido que mirarse un poco para adentro. Espero.

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